Ya no sé dormir sola.

Esta noche ha llovido. Y dormimos con la ventana abierta porque hace ya tiempo que no puedo nergarte ciertos caprichos.

Me despierto y no sé ni en qué lado de la cama estoy, ya hemos vuelto a repartir el nórdico, para mi todo y para ti nada. Parezco un gusano de seda en un plumífero de ikea.

¿Pero dónde estás?

mmmm... encuentro un brazo... ya te tengo. Te pego la espalda a ver si m abrazas y me pasa un poco del calorcito ese que desprendes cuando duermes. Pareces un gato que ronronea, pero más grande.
Tú un gato grande y yo un perrito chico.

Tengo cinco minutos antes de que vuelva a sonar el despertador.

Te atrapo. Te meto bajo el nórdico, protestas, que te mueres de calor y yo de frío.
mmm... me gusta este sitio, aquí me quedo a vivir para siempre. En medio de todo este mundo gigante pertenezco a este hueco de ti y de mi. No importa qué pase, siempre puedo volver al pico élfico de tu oreja.

Suena el despertador. Se acabaron los cinco minutos de moñadas.
Te vas a la ducha. Mejor, así puedo dormir diez minutos más.