martes, 19 de mayo de 2009

De la tristeza contenida.

Primero se escuchó un breve quejido, como si viniera de muy lejos.
De donde vino el quejido se formó una grieta. Donde estaba la grieta ahora hay rotos.
El vino de felicidad que había dentro se convirtió en líquido frío que entraba en todas las células del cuerpo.

El líquido frío corrió por donde quiso durante tres días en los que se decretó luto a la conciencia. La piel se volvió de corcho. Y te alojé fuera de mí para que lo que viniera después no costara más trabajo que una punzada en el pecho.
La piel impermeable a los sentimientos no deja entrar ni salir, y este frío interior duele. Ahora veré cómo pongo el corazón a secar al sol para que escurran estos funestos sentimientos.

Luego vienes con tu sonrisa estupenda, y ya no hay frío, miedo ni soledades. Me convences de que todo lo que quieres, vienes a modo de estufa a espantar los inviernos interiores y parece que nunca nada hubiera pasado. ¿Y cuando te vas?

Cuánto tarda un corazón en cansarse de latir...

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